Las señales están en todas partes, gritando al mundo que los entornos físicos han regresado con fuerza. A pesar del boom digital, de la fascinación un tanto asustada de la gente por la Inteligencia Artificial y del constante crecimiento de los negocios online, muchas marcas apuestan por los encuentros cara a cara, en lugares reales, por las conexiones humanas.
¿Es una moda o una tendencia? La respuesta, amigos míos, viene con el péndulo.
Nos estamos dando cuenta (finalmente) de que el mundo digital, al que permitimos que invadiera nuestras vidas, se ha apoderado de nuestro tiempo. El otro día me dejé hipnotizar por un juego de mahjong en mi móvil. Cuando miré el reloj eran las dos de la mañana. Horas desperdiciadas. ¿Te ha pasado alguna vez? Probablemente sí.
El enorme revuelo que ha causado la serie de Netflix Adolescencia (si aún no la has visto, supera tus resistencias y mírala, es necesaria) es reflejo de una toma de conciencia que está tomando forma: el péndulo se ha inclinado demasiado hacia lo digital. Estamos perdiendo el control.
Estamos acompañados, pero solos. Abrumado por demasiadas tareas y muy poco tiempo. Atemorizados por las sombrías perspectivas del futuro, infectados por las permacrisis. A merced de los sinvergüenzas digitales.
Ya no contesto el teléfono cuando el número es desconocido, convencido de que un robot malicioso quiere robar mis datos. Como si estos datos no estuvieran ya circulando por ahí, sin control.
Esclavos de lo virtual, llevamos pantallas a todas partes, incluso a la cama. Mis vuelos ya no sirven para ponerme al día con la lectura, porque ahora tengo acceso gratuito al wifi del avión. Maldita conveniencia. Saco el móvil del bolsillo, sin pensar, en cada momento de micro aburrimiento: ascensor en el último piso, tráfico detenido o esa parte aburrida de la serie de televisión.
Ante esta evidente exageración, amplificada por el miedo a lo incierto, recurrimos al pasado en busca de consuelo nostálgico. Recordamos lo bueno que era tomar un café con los amigos, charlar, ver una buena película en el cine, cantar hasta perder la voz en el concierto de tu grupo favorito y animar al equipo en el estadio, junto a otras 50 mil personas.
Pero tranquilos, no perdáis la esperanza. Hay luz al final del túnel. Y no es un tren que va en dirección contraria. En Estados Unidos, Barnes & Noble está abriendo librerías. En Brasil, Spotify promete invertir en más shows en vivo para unir a la gente. En todo el mundo, Heineken está intentando convencer a la gente de cambiar las horas que pasa en sus teléfonos inteligentes por momentos de calidad con amigos en los bares. Las fiestas se trasladaron a los cafés, el coqueteo a las carreras urbanas. La vida real y las conexiones entre personas definitivamente están en aumento.
¿Significa esto la caída de lo digital? De ninguna manera. No queremos ni necesitamos renunciar a las cosas buenas (y algunas malas también) que nos proporciona la tecnología. El péndulo oscila fuertemente en dirección de lo físico , pero regresará. Después de todo, ésta es la naturaleza del péndulo: buscar una posición de equilibrio. Debería ser el nuestro también: en la vida y en los negocios.
La idea es explorar lo mejor de ambos mundos. Porque ya no hay ninguna duda: lo físico y lo digital son dos caras de la misma moneda.
Fuente: Luiz Alberto Marinho para Mercado & Consumo.
